Caballitos que lucían coloridos dando plenos poderes a sus dueños pasajeros, para salir con la música a galopar los sueños…Grandiosos carruseles multicolores, brillantes y lujosos, donde el organito y la pianola daban un toque de superioridad…. Espejos y columnas relucientes, reproducían niños y más niños jugando a la ilusión…
Un payaso por aquí, un caballito de mar por allá. Firuletes simulando adornos y la música que suena trayendo recuerdos de sortijas y calesitas activadas por caballitos de verdad…
Me costaba sacar la sortija… Tal vez, el calesitero no haya querido darme el permiso que tanto deseé……
Poseer el poder de la sortija era ser dueño de muchas ilusiones, de un poder que quizás ni siquiera imaginaba… Y, entonces, solamente nos hacía sufrir y desilusionar cuando ya no nos quedaban monedas…